El número de habitantes del área metropolitana de Tokyo se
va acercando al de la población del conjunto de España. La conurbación entorno
a Cantón, la iguala. Desde 2010, más de la mitad de la población del planeta
vive en ciudades. Las estimaciones para final de siglo sobre la nigeriana Lagos
apuntan la idea de una megalópolis que podría llegar a los cien millones de
habitantes y que, en ningún caso, bajaría de 60. Bien, este último dato se
puede poner en duda al modo del economista británico John Maynard Keynes: “En
cien años, todos calvos”. Vamos, que son muchas las cosas que pueden ocurrir a
lo largo de un tiempo tan largo -y tan imprevisible como lo es el futuro- como
para no pensar en que se puedan revertir las tendencias que ahora se proyectan.
Los primeros apuntes, empero, son de ya, de ahora mismo y nos hablan a las
claras de la realidad en la que nos encontramos. Del anverso que muestran y del
reverso que nos asuela: en paralelo a la hiperpoblación de grandes núcleos se
vacía un entorno territorial cada vez mayor. Esos territorios que se despueblan
se van convirtiendo paulatina e inexorablemente en proveedores de materias
primas, alimentos, energía, capital… y mano de obra. ‘Esos territorios’ es Castilla
y León con respecto a nuestra particular megalópolis: Madrid.
Analizar el fenómeno de la despoblación al margen de estas
circunstancias es un ejercicio, en el mejor de los casos, voluntarista; en el
peor, un engañabobos que se vale de la nostalgia y el sentimentalismo. La única
forma de torcer esta dinámica pasaría por doblegar un
sistema económico que funciona con su propio ritmo, y no parece que los estados
puedan ni quieran. No son molinos, amigo Sancho, son gigantes. La otra ‘única
forma’ sería un colapso civilizatorio, que no está ‘quitao’.
Todo lo demás, con perdón, literatura. Los flujos de población
caminan de lo pequeño a lo grande. Primero se despoblaron los Rasueros y no
dijimos nada porque crecieron las Ávila. Después envejecieron y se despoblaron
las Ávila, y no dijimos nada porque aumentó el número de habitantes del área
metropolitana de Valladolid. Posteriormente, esta envejeció y comenzó a
vislumbrar que le ocurrirá lo mismo. Se empezó a decir algo… pero ya era tarde.
Todo estaba en Madrid, a la que, no duden, vean si no su pirámide de población,
le ocurrirá algo parecido. El camino hacia un mundo de poquísimas y monstruosas
ciudades ya se está recorriendo y en esa carrera, tal vez para bien, no
estamos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 26-04-2018
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