lunes, 12 de marzo de 2018

DE ACUERDO EN EL ‘QUÉ’

Vamos a lograr qué, vamos a erradicar cuál. Sustituyamos el ‘qué’ del primer arranque por un deseo socialmente deseable, no sé, el pleno empleo; reemplazemos el ‘cuál’ del segundo por un lastre colectivamente detestable, se me ocurre, la corrupción; y así, con un semblante impostado que transmita un aire de buena voluntad y un poco de aditamento retórico para adornar,  un estadista puede construir un discurso con el que recogerá el aplauso unánime de buena parte de la población. Vacío, puro vacío. Cualquier propuesta pergeñada a partir de una serie de ‘qués’ o ‘cuáles’ no tiene más objeto que acariciar nuestros oídos, que seducirnos para lograr  que nuestras  defensas se relajen. Cuando el mismo truco se ejecuta por enésima vez, aquella posible ilusión inicial, tras haber atravesado el desierto del tedio, ha mutado en desafecto. Nadie se cree nada y se da por descontado que lo que se dice no tiene valor.  A esto, con cierta generosidad, lo llamamos política. No es más que un error conceptual que viene forzado por la costumbre: de tanto verlo así hemos llegado a asumir que ‘política’ solo pueda ser así.  Asumida esa forma de hacer y hastiados de tanta promesa incumplida, la desafección política llega sola tirando por el camino de enmedio con ‘qués’ y ‘cuales’ aun más grandes. La política, sin embargo, se cimenta en los ‘cómos’. Al fin y al cabo, los anhelos de una gran mayoría de la población coinciden en lo sustancial. Nadie, por seguir con los ejemplos, va a negar que sería formidable que hubiera suficientes puestos de trabajo para que nadie tuviera miedo de perder el suyo. Ninguna persona en su sano juicio, salvo que sea beneficiaria, dejará  de celebrar el advenimiento de un modelo de gobernanza impermeable a la corrupción. El reto se sitúa en ‘cómo’ conseguirlo, en definir los pasos que habría que dar y diseccionar las dificultades potenciales que a buen seguro surgirían. En ese ‘cómo’ es donde se marcan las diferencias entre unas propuestas y otras, en ese debate es donde habita la política con mayúsculas.
A los entrenadores les ocurre algo muy similar. Su trabajo no consiste en repetir los ‘qués’ sino en plantear los ‘cómos’. De lo contrario, todo sería muy fácil, se resumiría en ‘vamos a ganar’ o ‘ascenderemos’. En tiempos, pudo colar alguna diatriba estimulante de técnicos más hábiles en el uso del verbo que en el diseño de sus equipos, pero ya no sirve con repetir el deseo como si fuera una garantía de futuro. Cuando el cúmulo de decepciones ha sobrepasado cierto límite, la afición retuerce el colmillo, analiza lo que ve y no hay palabras que sirvan para paliar la frustración. Mata, el delantero pichichi, también es consciente del largo trecho entre las palabras y el fútbol. Su empeño, al fin, consiste en (intentar) recorrer esa estrecha senda, en buscar los ‘cómos’ que den valor a los ‘qués’, en intentar una y otra vez que el balón duerma en las redes rivales mientras él, al otro lado de la línea, celebraría el buen fin tras el desbrozamiento del camino. Ayer no fue el día. Y_no puede decirse que por falta de empeño –­bregar, bregó–, ni siquiera de acierto –no tuvo opción al fallo­–. Simplemente no encontró suministros de balón, su equipo no supo cómo hacérselo llegar. Tan al revés salió todo, que fue Mata quien encontró alojamiento bajo las redes mientras el balón corría por otro lado. Ahora, cabizbajo, vuelve en pos de algún ‘cómo’. No apareció. De nada sirven los ‘qués’. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 12-03-2018

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