lunes, 30 de octubre de 2017

TEMPESTAD, CALMA, TEMPESTAD

Siempre que las cosas vienen mal dadas aparece una voz amiga que se ampara en la sabiduría popular para recordarnos que tras la tempestad siempre llega la calma. La frase es naturalmente cierta pero no deja de mostrar una visión harto optimista. Con la misma lógica se podría decir que tras la calma siempre llega la tempestad. Ítem más, es en situaciones de (aparente) sosiego cuando se siembran esos vientos que gestan las tormentas.    
No hace falta añadir un contexto sobre la situación política en Cataluña, sobre la concatenación de hechos en épocas de (aparente) calma que provocaron otra serie de peripecias cuando rompió la tarde en tormenta. Información ha habido de sobra y cada cual, a estas alturas, tendrá formada su opinión al respecto. Un hecho, sin embargo, cabe ser resaltado: en medio de todo el desbarajuste institucional, con miles de personas defendiendo en las calles posturas más que  opuestas, incompatibles, ha habido un respeto escrupuloso (lo que hagan tres no mancha a la sociedad) a la integridad de las personas. Todo, crucemos los dedos, ha discurrido de forma pacífica.   
Los futbolistas conocen bien la secuencia. Su calma es un espacio que habita entre dos tormentas, la del partido que concluye y la del que está por llegar. Es una calma ficticia porque el cuerpo tendrá que seguir preparándose y la mente continuará activa analizando. Calero y Ángel caminan despacio, a la par, se hablan. En cada palabra hay aprendizaje. Comentan lo ocurrido para ajustar, para apuntalar lo bueno, para corregir aquello en lo que consideran que no estuvieron tan bien. Atrás, buscando la soledad, Antoñito se esconde en la camiseta  como si esta fuera el marsupio en el que será amamantado para recobrar fuerzas, para crecer. El resultado, en lo alto, habla de un empate, ese resultado que siempre deja la sensación de plato a medias. Más arriba aún aparece el nombre de la localidad madre del rival, Reus. Reus, Tarragona, Cataluña. Allá fue el Valladolid sin más aspavientos que los futbolísticos. De allí regresaron sin más vicisitud que ese insatisfactorio resultado. Otro equipo, que va de mucho más grande, que presume de apolítico, por tener que jugar poco más allá, en el mismo territorio, ha utilizado sus altavoces para alimentar un alarmismo que solo se sostiene en la necesidad de hacer creer en una realidad paralela. Pero no. Nuestra sociedad, con sus astracanadas incluidas, toquemos madera, ha mostrado su voluntad de que la violencia quede en fuera de juego incluso en las tormentas. 
El Pucela, sin más, llegó, vio y empató. Ángel y Calero hablan, de fútbol, por supuesto. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 30-10-2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario