Aviso de antemano: si en una de estas me da un vahído en plena calle y me
encuentran por ahí tumbado, no me importa que ustedes se reúnan formando
asamblea, que se alineen, se dispongan en círculo o en romboide; que pretendan
interpretar qué me ha podido ocurrir para desvanecerme de ese modo y aporten
sus hipótesis, si pudo ser un infarto de miocardio, un episodio de epilepsia,
un ataque de ansiedad o, incluso, un mareo derivado de un supuesto embarazo;
que lancen al aire las recomendaciones, ya saben, una pastilla de
nitroglicerina debajo de la lengua, un palo en la boca para que no me asfixie o
un poco de tranquilidad que ya se pasará; que voten entre las opciones
propuestas, ya sea en la misma papeleta o en votaciones separadas, sobre qué es
lo que me ha ocurrido y cuál es el mejor tratamiento… De verdad, no me importa
todo eso, pero por favor, si por una de estas me encuentran inconsciente,
desmayado en la calle…hagan caso a lo que dice el médico.
No, no tomen lo anterior como una metáfora que revela un canto al
despotismo. No existe ese ‘médico’ que pueda prescribir la receta con la que
sanar las enfermedades de una sociedad. A ese mismo médico no le pediría
opinión, por ejemplo, si lo que me desasosegase fuera un virus, pero
informático. Voy por otro lado. La imagen del galeno charlando de igual a igual
con el resto de los viandantes es demasiado frecuente en la sociedad española.
Posiblemente no haya coletilla que haya hecho más daño al afán de conocimiento
que ‘es mi opinión y la tienes que respetar’. Una frase que suele otorgar
categoría de opinión a lo que no es más que simple ocurrencia y que atemoriza a
quien ha tenido que trabajar duro para adquirir su saber, obligándole a
rebajarse al mismo nivel de quien habla por hablar. Una falsa visión de la
igualdad que años ha ya denunció Enrique Santos Discépolo en su tango
Cambalache: “Todo es igual; nada es mejor; lo mismo un burro que un gran
profesor…Los inmorales nos han igualao”.
Claro, siempre hay un pero, peor que quien quiere que se respete su
opinión sobre medicina sin haber abierto un libro es el médico que trabaja para
una funeraria. Y de esos tenemos muchos.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 02-02-2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario