El pasado sábado, en Česká
Třebová, una pequeña ciudad checa situada en la región de Pardobice, en medio
del triángulo que forman Praga, Ostrava y Brno las tres grandes ciudades de
este país centroeuropeo, un grupo de chavales jugaban un partido de hockey sala
en el polideportivo local. Un escaso centenar de personas disfrutaban del juego.
De repente escuchan un alarmante crujido y, pies para qué os quiero, en unos
segundos nadie quedó allí. Al poco, el techo se fue viniendo abajo al no poder
resistir, eso parece, el peso de la nieve que se había ido acumulando. Un copo
apenas pesa nada, ni dos, ni…
El mundo se mueve, aunque sea poco a poco, copo a copo, y, sin embargo,
nos parece quieto. Así, parado, es como lo observamos cómodamente sentados mientras
analizamos sobre viejos mapas conceptuales y lo interpretamos contemplando
añejas fotos que, por definición, no pueden ser más que estáticas. Un pequeño sobresalto,
en modo de aviso de un sismógrafo, nos
saca del letargo. Miramos qué ha sucedido, pretendemos descifrar los hechos con
tres o cuatro códigos ajados, con media docena de algoritmos de otro tiempo; seguimos
pensando que las cosas son lo que fueron, lo que entendimos toda la vida que
eran y así habrán de seguir siendo; pensamos que el susto ha sido por un simple
espasmo mioclónico y volvemos a dormir. Hasta que la sacudida sea de veras.
De esta manera callada, los paradigmas han cambiado. Los caminos que ha
tomado esto que se ha dado en llamar globalización han desconfigurado los
clásicos registros porque de sopetón todo se ha quedado viejo. Los estados son
almas en pena en un mundo que les ha desbordado y se muestran incapaces de
atinar con solución alguna. El poco de seguridad que sirve para cimentar una
vida en libertad se ha resquebrajado como el techo de aquel pabellón deportivo
y a quienes han quedado a la intemperie ya no tienen dónde acudir. Miramos el
techo hundido y no encontramos nuevos cobijos ni forma de reconstruir.
Mientras, los líderes políticos de aquí y allá siguen con sus pequeñas cuitas
domésticas, planteando medidas analógicas, contando en pesetas y estudiando
EGB. El partido que dicen preparar puede que, por falta de techo, no se llegue
a disputar.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-01-2017
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